La profesión enfermera permite trabajar en multitud de ámbitos como la gestión, docencia, investigación y por supuesto en lo asistencial. La función asistencial puede ejercerse en un gran abanico de centros, desde hospitales a centros de salud, pasando por residencias, prisiones, centros de atención a la discapacidad etcétera. Sin embargo, parece que socialmente incluso dentro de la propia profesión solamente valoramos la atención primaria y la hospitalaria.
Cada vez que me encuentro con compañeros de promoción o cuando acudo a jornadas y digo que trabajo en una residencia de mayores veo caras de estupor. Quizá sea solamente una sensación mía, pero percibo caras de compasión mientras creo que piensan «pobrecito». Hay compañeras que van más allá y se atreven a preguntar ¿Y por qué no trabajas en el hospital?, es como si yo les preguntara ¿Y por qué no trabajas tú en una residencia? Muchos hablan de las condiciones económicas, ciertamente es un sector generalmente muy precarizado, pero hay convenios (por ejemplo ayuntamientos de Euskadi, o Diputación Foral de Bizkaia) que están muy por encima de cualquier convenio sanitario de todo el territorio nacional. Ya sea ganando más o menos dinero, no creo realmente que tenga que estar justificando todo el tiempo mi decisión y vendiendo mi libro sobre lo «guay» que es la geriatría.
No voy a negar que alguna vez, siguiendo el lema de mi blog, me he mirado en el espejo y me he hecho esa misma pregunta ¿Porqué trabajo aquí? Creo que es algo que a todos nos ha pasado por la cabeza, dudas de si el camino que llevas es el correcto, rememoras donde te veías hace una década y donde te ves en los próximos 10 años, dudas de si deberías coger otro rumbo profesional, si te has acomodado aquí, si serías capaz de trabajar en una UCI o urgencias etcétera. Creo que es sano mirarse en el espejo para comprenderse uno mismo y saber si tienes que abandonar tu camino o reafirmarte en él. Y yo sigo en geriatría.
Así que he decidido hacer una entrada contando porqué trabajo en una residencia y os muestro mi reflejo en el espejo:

- Elección: Es la decisión que tomé en su momento, bien meditada, y no me arrepiento. No es que no valga para el hospital, simplemente creo que soy más valioso para la población aquí.
- Autonomía: la capacidad que tenemos en la residencia para tomar decisiones, asumir riesgos, informar a usuarios y familias hace que tengamos una independencia, que si al principio intimida un poco, termina por «enganchar».
- Contacto: la relación con los usuarios es algo que valoro muy positivamente, es cierto que en ocasiones el vínculo emocional que se genera en el día a día puede llegar a ser fuente de estrés. Sin embargo, me aporta muchísimas cosas positivas y muy pocas negativas.
- Protagonismo: A pesar de que el protagonista de los cuidados es la persona mayor, las enfermeras/os tenemos un papel principal en las residencias. Diseñamos y ejecutamos cuidados, trabajamos en equipo con las Técnicos en Cuidados Auxiliares de Enfermería (TCAE) y gerocultoras, hacemos de eje para el resto del equipo, nos comunicamos con familias, con otros servicios sanitarios…
- Reconocimiento interno: Socialmente e incluso dentro de la propia profesión enfermera el reconocimiento a la enfermera de residencia es prácticamente nulo. Sin embargo, el reconocimiento que nos demuestran los usuarios, familias y los compañeros es altamente reconfortante.
- Continuidad de cuidados: Aunque a priori puede parecer que tener siempre los mismos «pacientes» puede suponer caer en la monotonía, lo cierto es que el hecho de «no dar altas» favorece que podamos organizar los cuidados a largo plazo, podemos contar con las preferencias del usuario y el apoyo de las familias, podemos ir adaptándonos a los cambios a lo largo del tiempo y acompañarles hasta el último momento de sus vidas. Puede parecer frustrante que a pesar de tu esfuerzo la enfermedad sigue adelante y TODOS tus «pacientes» terminan muriendo, sin embargo, ayudarles a vivir con dignidad hasta el último momento y facilitarles morir con la misma dignidad es una de las cosas más gratificantes que puedo experimentar en mi profesión.
- Creatividad: Trabajar con una población tan heterogénea, con problemas tan diversos y con una mochila vital y cultural tan diferente, sumado a los escasos recursos que suele haber en una residencia hace que nuestro trabajo necesite mucha creatividad para ser eficiente y aportar calidad. El arte de manejar los cuidados básicos (y no tan básicos) en usuarios muy complejos.
- Satisfacción: La vocación, que ahora está tan manoseada, es una de las cosas que te atan a este trabajo. El hecho de saber que gracias a ti hay personas que están mejor es muy satisfactorio, ver que los objetivos se van cumpliendo y que la persona mayor te lo reconoce y agradece llena mucho. Ayudarles a arreglar pequeñas cosas, que son pequeñas para nosotros pero grandes problemas para ellos, te hacen sentir muy bien y hacen que el usuario aumente su confianza en ti mejorando así la relación terapéutica.
- Equipo: Trabajar en equipo en una residencia va más allá de las bonitas palabras y los protocolos establecidos. Es fundamental la participación de todos en el día a día, que la información fluya y que todos aporten en las reuniones interdisciplinares. Trabajar con un buen equipo que conoce perfectamente a los usuarios y sus historias de vida es la clave del éxito para una residencia y para el éxito de uno mismo como profesional. Mi reconocimiento especial a las TCAE y gerocultoras que muchas veces son nuestros ojos y oídos.
- Visibilidad: No es en sí mismo un motivo para trabajar en la residencia pero sí un estímulo. Creo que es nuestro deber tomar partido para visibilizar dos cosas importantes: el trabajo especializado del enfermero en residencia y la lucha contra el edadismo que impera en la sociedad y en la sanidad. Creo que trabajar en residencias desde hace más de 17 años y no haber parado de formarme me habilita para posicionarme sobre estas dos cuestiones tan importantes. Persigo el objetivo de la visibilidad y la lucha contra el edadismo con este blog y llevando la palabra de la enfermería geriátrica allá donde me permitan difundirla.
No quiero convencer a nadie de que la residencia es lo mejor, pero pido a los demás que dejen de intentar convencerme a mí de que el hospital sí es lo mejor. De momento, mi vida hospitalaria queda en pausa, posiblemente de forma definitiva.
Buen artículo. Gracias
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No me lo había planteado nunca así, pero después de leer, me siento muy identificada con tu espejo. Buenísima reflexión. Gracias por por trabajo y adelante!!
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Gracias a ti por leerme y compartir reflexión.
Abrazos.
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Has conseguido emocionarme, es exactamente lo que pienso. Gracias por poner en palabras un sentimiento que comparto al 100 por 100.
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Gracias Monika
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En Aragón, como en muchas otras comunidades, el personal de enfermería que trabaja en residencias (la mayoria privadas o concertadas) tienen un ratio de 1/100, está peor pagado y cuenta menos en el currículum a la hora de optar por plazas en concursos-oposiciones públicas. Con esos ratios la calidad del trabajo es pésimo y la mayor parte del tiempo se va en gestión farmacéutica. Hay escaso apoyo médico de los centros de salud como ha quedado patente durante la presente epidemia con muy poca cultura paliativa y mucha prolongación de malas calidades de vida y de agonías. Con los bajos ratios de gerocultores (que no son sanitarios) y la alta tasa de grandes dependientes, muchas residencias se han convertido en un aparcamiento de moribundos que viajan continuamente al hospital más próximo antes de mal morir. Así es imposible generar vocación.
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Siento mucho oír eso. Afortunadamente mi experiencia es totalmente diferente a lo que cuentas.
Muchas gracias por tu aportación y por leer el blog
Saludos
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Yo acabé mi carrera hace 25 años y los 16 años siguientes trabajé en un hospital público.Al final por mucha antigüedad que tuviese siempre estaba en los sitios peores( que no quieren las fijas) o de volante a temporadas.No conseguí sacarme por oposición una plaza fija y por ente,no mejorar mi situación.Aprendi mucho pero estaba harta y quemada.En el hospital público no es oro todo lo que reluce.Es una fábrica de estrés brutal.Al final lo dejé y estuve seis años sin ejercer.En mi casita y con mi familia.De cine.Ahora,he encontrado la oportunidad de incorporarme al mundo laboral en una residencia de ancianos,a media jornada.Es verdad que hay mucho trabajo, pero estás en un ambiente más tranquilo y relajado que el hospital.Y atender a nuestros mayores es una maravilla.Te responden con sonrisas y palabras amables.
En el hospital tienes que aguantar gente maleducada y exigente…yo me quedo con mis abuelos.
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