Reflexión

La residencia: entre todos la mataron y ella sola se murió

Ahora que, aparentemente, la pesadilla del coronavirus va quedando atrás parece un buen momento para reflexionar sobre las residencias. No voy a dar la matraca repitiendo todas las malas noticias y desgracias que han ocurrido. Quiero reflexionar sobre cómo la imagen de las residencias se ha deteriorado hasta límites insospechados, analizar quiénes han sido los responsables de este descrédito y ver qué consecuencias puede tener en la sociedad y en el sector.

Antes de entrar en materia y de herir sensibilidades quiero dejar claro que no voy a justificar ninguna acción injustificable de ninguna residencia. Todas aquellas que hayan incurrido en malas praxis, ilegalidades e inmoralidades deben ser castigadas y cerradas, sin contemplación. Bien, ahora vamos al tema.

Quiero analizar los distintos actores que han hecho campaña contra las residencias. La primera parada son los políticos. Su ambición ha sido demostrar que las residencias que están bajo su ámbito de acción han funcionado estupendamente y vender que se han preocupado muchísimo por el bienestar de los mayores. Su segunda misión se ha basado en difundir que las residencias gestionadas por partidos contrarios han sido «campos de exterminio» donde nadie se ha preocupado por los mayores. Y su último propósito ha sido echar la culpa a instancias superiores o laterales para escurrir el bulto. Pero proposiciones serias, revisiones de sistemas o ratios, así como aumentar la profesionalidad de los trabajadores y gestores… nada de nada.

En cuanto a las asociaciones que defienden a los usuarios de residencias, me parece que han hecho un gran trabajo reclamando más y mejores medios, menos restricciones de visitas y de libertades cuando la situación era favorable y exigiendo información veraz y transparente. La pega es que siempre salen en los medios criticando y echando auténtica basura sobre las residencias, además hablando de «las residencias» como un solo ente, como un grupo homogéneo donde conociendo una, conoces todas. No he visto mensajes reconociendo la buena labor de muchas residencias. Y doy mi experiencia personal: una asociación difundió en redes algunos déficits coyunturales de la residencia donde trabajo, pero ni una sola palabra sobre que hemos logrado pasar la pandemia con CERO fallecidos por covid-19 y con tan solo dos usuarios infectados y asintomáticos.

Otros que han influido en el descrédito de las residencias han sido los profesionales en las redes. Hay gente fantástica que han hablado desde el corazón, la experiencia y profesionalidad, compartiendo lo bueno y lo malo, como son Ana Antón (@ananton_nurse) y Jesús Navarro (@GeriatríaJesus). Pero ha habido muchos otros que se han subido al carro de la geriatría destruyendo. Me parece fenomenal que critiquemos lo que está mal, que lo denunciemos y que luchemos contra ello, pero extrapolar a todas las residencias una vivencia personal me parece injusto. Otros escriben tuits con la única intención de remover tripas y conseguir seguidores, actitud que me parece repugnante. ¿Y los influencers? Hay sanitarios que ya cuentan con decenas de miles de seguidores, son tuiteros que cada clic suyo se viraliza rápidamente y que se han apuntado a hablar vehementemente de las residencias basándose en su experiencia porque «trabajaron 6 meses en 1 residencia hace 15 años», en fin, muchos seguidores pero poca rigurosidad.

Otros que fulminan las residencias son los que no paran de hablar de nuevos modelos como la solución para todo (ojo, que estoy a favor de la verdadera Atención Centrada en la Persona), pero hacer proselitismo con el argumento de que con la ACP nada hubiera pasado es como para echarse las manos a la cabeza, cuando además no hay datos que lo avalen. Pero no queda ahí la cosa, resulta que el presidente de la Sociedad Española de Geriatría suelta perlas como «En el futuro, no deberíamos tener residencias de ancianos». Sí, lo sé, hay que leer entre líneas y matizar el discurso, yo se perfectamente a que se refiere, ¿pero que idea se transmite con este titular dicho por una persona tan relevante?

Relacionado con el párrafo anterior hablaré sobre los medios de comunicación y seré breve: buscan la noticia macabra. Ahora suponen una losa más sobre las residencias y cuando todo acabe, ninguno se acordará más de nosotros ni de los que ellos siempre citan como «nuestros mayores».

Pues ya queda claro porque digo que «entre todos la mataron», pero ¿porqué digo entonces «que ella sola se murió»? Porque hay residencias que lo hacen francamente mal. Mal gestionadas, con malos recursos, malos hábitos, penosos controles y tratando a los usuarios como productos o sujetos pasivos. Estas residencias se inmolan y se llevan a todas por delante. Son estas prácticas que leemos en los periódicos (gente sujeta sin indicación, malos tratos…) las que alargan la sombra de la sospecha sobre todas las demás. Por esto mismo afirmo que, aunque «nadie las mate, ellas solas se mueren», pero en el proceso autodestructivo se cargan al resto. Desde aquí mi máxima condena a todas estas prácticas y otras más comunes y menos visibles.

Creo que todo este desprestigio tendrá serias consecuencias en la sociedad. La más inmediata es que las personas que estuvieran valorando la residencia como el recurso más idóneo para ellas cambien de opinión empeorando así su vida. El miedo a estos centros, que se han pintado como «morideros», frena a cualquier persona mayor, pero también a su familiar que verá sus opciones reducidas a dos salidas: cuidar al mayor en casa sabiendo que, en este caso concreto, no será lo más adecuado y la opción de ingresarle en un centro donde todo es, aparentemente, inmundo. No digo que cuidarle en casa sea siempre malo, pero hay casos donde las personas necesitan cuidados específicos, grúas, tiempo y conocimientos, y las familias no siempre pueden asumirlo por otras obligaciones sociales, familiares y laborales. Pero la opción de «meterles en el moridero» echa para atrás a cualquiera. Cuando un profesional se entrevista con familiares antes de un ingreso ve el miedo y la duda en sus ojos, e intenta dar explicaciones transmitiendo tranquilidad y confianza. No es tarea sencilla para los profesionales, pero menos aún para las personas mayores y sus familias.

Pero las consecuencias también influyen en los profesionales que defendemos nuestro buen hacer. Más de una vez nos han querido hacer cómplices de los malhechores por el hecho de defender nuestra profesión y nuestro sector. Así, corremos el riesgo de entrar en una fase de cuidados defensivos que se convertirán, irremediablemente, en la Atención Centrada en el Profesional, porque intentaremos cubrirnos las espaldas no asumiendo ningún riesgo aunque eso suponga una peor atención. Yo no quiero cuidar bajo la lupa de la sospecha, pero esto me da para otra entrada, así que no me extiendo más.

Como última consecuencia encontramos la escasez de trabajadores. A las malas condiciones laborales de la mayoría de las residencias se une el estigma de trabajar en este tipo de sitios, otro motivo más para ahuyentar a los profesionales que no quieren verse envueltos en este «turbio mundo». Todo apunta a que es mejor trabajar en lugares que den más prestigio y más dinero sin arriesgar tanto.

Para finalizar, creo que todos tenemos que ser más rigurosos con los comentarios sobre las residencias, especialmente los profesionales que pululamos por las redes. Haber conseguido credibilidad en la red conlleva una responsabilidad. Y al resto de actores les digo lo mismo: rigurosidad, seriedad y dureza ante lo intolerable. Y así, enseñando lo bueno y castigando lo malo, entre todos conseguiremos que las residencias sean sitios seguros y apetecibles para la ciudadanía.

Entre todos la mataron y ella sola se murió

3 comentarios en “La residencia: entre todos la mataron y ella sola se murió”

  1. Y aún te falta rematar con la investigación de Manuel Rico publicada en su libro ¡Vergüenza! (Planeta) sobre las macro-residencias de mayores. Describe quién está haciendo negocio con el cuidado de los mayores y cómo hemos llegado al actual modelo residencial, privatizado de forma casi íntegra y con las principales empresas en manos de fondos de inversión y multinacionales. Se señalan las principales responsabilidades de una Administración muchas veces ausente a la hora de proteger a los ancianos.Todo un despropósito coyuntural o estructural que alcanza a los paraísos fiscales y cuya solución se hace imposible a corto y medio plazo.

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