Actualidad, Reflexión

Vacúnate, vacúnales, déjame vacunarles.

Casi un año de pandemia y decenas de miles de muertos en nuestro país. Hemos leído que más de la mitad de los fallecidos vivían en residencias y que, en general, más del 90% de los fallecidos eran personas mayores. Los medios de comunicación cargando contra las residencias, las asociaciones cargando contra las residencias y los expertos cargando contra las residencias.

¿Y que hacemos ahora que llega la vacuna? Cargarnos nosotros mismos las residencias. Me explico

Las residencias de mayores no han tenido prioridad en ningún momento de la pandemia, ni para recibir EPIs, ni para acceder a cuidados intensivos ni para aprovechar las distintas «desescaladas». Ahora llega la vacuna y tanto las personas que viven en residencias como los que trabajamos en ellas seremos los primeros en recibirla. Por fin, los primeros para una medida extra que, posiblemente, acabe con el coronavirus.

Ahora asisto estupefacto a las noticias que recibimos sobre la aceptación de la vacuna en los centros de mayores. Realmente no son muchos casos, pero uno solo ya me parece escandaloso. El más sangrante es el de la dirección de una residencia que ha decidido que sus usuarios no serán vacunados, saltándose así el principio de autonomía de las personas y el derecho a la representación legal por parte de sus familiares y tutores. Esta decisión denota una tremenda ignorancia y un paternalismo apestoso. No se de quien dependerá, pero esa dirección debe ser cesada por temeraria y por autoritaria.

Antes de pasar al comentario sobre las familias, quiero mostrar mi preocupación por el personal de residencia que ha rechazado la vacuna. No me creo que puedan tener más miedo a las más que improbables reacciones graves de la vacuna que a un virus que ya ha demostrado ser muy contagioso y potencialmente mortal, especialmente entre las personas vulnerables que cuidamos por nuestra profesión. Estos compañeros, o no han vivido la masacre de la Covid-19 en primera persona o yo me he perdido algo. Creo firmemente en el derecho individual y el principio de autonomía de los empleados para rechazar la vacuna, faltaría más, pero también creo que somos los que más formación e información podemos obtener sobre la vacuna por lo que no entiendo la negativa. Aun así, ya se sabe que en casa del herrero cuchillo de palo.

Finalmente, si tienes un familiar que vive en una residencia este mensaje es para ti: DÉJAME VACUNAR A TU FAMILIAR. La vacuna es eficaz pero sobre todo es segura. Lo que sí es seguro es que tu madre o padre permanece en régimen de confinamiento parcial, conviviendo con distancia sobre sus compañeros, sin poder abrazarte y viviendo la etapa final de su vida en una situación, cuanto menos, triste y solitaria. Y tú, rechazando la vacuna solo prolongas esta situación. Quizá en un futuro cercano, cuando tu familiar esté boqueando como un pez o cuando a sus 95 años esté en una camilla boca abajo con un tubo en la tráquea y conectado a un respirador, quizá entonces te arrepientas de no haber accedido a que le vacunásemos. Recordarás entonces que con dos pinchazos, seguramente, se hubiera evitado esta situación. Es posible que no salga vivo de la sedación, y que si sale tenga una calidad de vida tan pésima que puedas sentir que hubiera sido mejor que hubiera fallecido en aquella UCI, ¿pero sabes una cosa? Ya será tarde. Solo te pido una cosa, infórmate en fuentes fiables, pregunta, contrasta, pero sobre todo, DÉJAME QUE LE VACUNE.

Compañeros, compañeras, vacunaros. Formaros e informad a los mayores y sus familias sobre las ventajas e inconvenientes de la vacunación basando vuestra información en la ciencia y no en la creencia.

Vacúnate, vacúnales, déjame vacunarles.

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