Actualidad, Reflexión

A los mayores: ni maltrato, ni trato malo

Hace unos días todos pudimos ver en redes sociales y en televisión a dos descerebradas ejerciendo un maltrato a una persona mayor totalmente dependiente. Estas estudiantes en prácticas (creo que de gerocultoras) mientras daban de comer a la señora en cuestión se burlaban de ella, le insultaban e incluso amenazaban con no darle la medicación prescrita. Una de ellas se reía a cámara mientras la otra pausaba su maltrato para, entre risas, decir cosas como «yo no suelo ser así pero…» Estas imbéciles no solo estaban ejerciendo un delito, sino que además lo subieron a redes para escarnio público y así ganar unos cuantos «me gusta». La jugada salió mal. Pero, ¿faltaba algo más a las residencias para que se hunda más su imagen tras el Covid-19?

El maltrato a las personas mayores es un problema de primera magnitud, se calcula que en España en torno al 6% de los mayores pueden estar sufriendo algún tipo de maltrato (físico, emocional, financiero, sexual, de abandono…). Estas situaciones no solo se dan en residencias, también se dan en el hogar. De hecho, es bastante difícil establecer unos datos exactos por la baja tasa de denuncias que existen y la dificultad para su detección. Hay datos que indican que en el medio familiar podría haber más maltrato oculto y que en las residencias es donde mejor se detectan, bien por las víctimas, bien por testigos u otros trabajadores, así como por las sospechas de la familia. Pero no quiero centrarme en esto, hay pocos estudios al respecto y además bastante antiguos, encima va a parecer que quiero defender «lo mío» y esta vez no es el caso.

En el año 1996 se postuló la “Declaración de Almería sobre el Anciano Maltratado” en el seno de la “Primera Conferencia Nacional de Consenso sobre el Anciano Maltratado”. La definición de maltrato al mayor que emergió de allí fue “cualquier acto u omisión que produzca daño, intencionado o no, practicado sobre personas de 65 y más años, que ocurra en el medio familiar, comunitario o institucional, que vulnere o ponga en peligro la integridad física, psíquica, así como el principio de autonomía o el resto de los derechos fundamentales del individuo, constatable objetivamente o percibido subjetivamente”

Según la definición anterior parece que casi cualquier cosa puede ser considerada maltrato. Pero, creo que a ojos de los que cuidamos, profesionalmente o en el entorno familiar, hay muchas acciones que no nos parecen constitutivas de maltrato. Sin embargo, acogiéndonos a la declaración de Almería sí lo son. Hablo de actitudes hacia los mayores, formas de hablarles, de manejar sus finanzas etcétera.

Podríamos decir que estas actitudes son «micro-maltratos», pero a mí me gusta llamarles «tratos malos». Son actos que se hacen por una falta de formación o de concienciación. Es decir, quizá rocen el maltrato o quizá no sean ninguna falta ni delito, sin embargo, son tratos malos que deberían evitarse tanto en el ámbito profesional como del cuidado familiar. ¿Ponemos unos ejemplos?

  • Hablar de ellos como si no estuvieran: veo muchas veces como alguien pregunta a otra persona por el estado de su padre/madre, ésta responde y se inicia una conversación sobre la salud del mayor, todo mientras la persona mayor está delante y nadie busca su participación
  • Amenaza de abandono: «como sigas haciendo eso y te caigas no pienses que yo voy a poder cuidarte», «como enfermes por eso terminaremos por meterte en una residencia». Son frases que se usan para persuadir o corregir una conducta, pero que encierran un fuerte componente autoritario jugando con el miedo de la persona y menoscabando su autonomía
  • Ignorar: a menudo me fijo en las cuidadoras que llevan a pasear a personas mayores, la cuidadora suele estar sentada en un banco ojeando su móvil y el mayor mirando hacia otro lado, con la silla de ruedas puesta de espaldas a su cuidadora, irremediablemente solo a pesar de estar acompañado.
  • Lenguaje imperativo: dediqué una entrada a este tema. Cuando hablamos a las persona mayores, especialmente a las dependientes, con órdenes constantes estamos anulando su capacidad de pedir y decidir. Si le añadimos frases como «lo que tienes que hacer es…» o «lo mejor es que no hagas…» estamos sometiendo su voluntad a nuestros deseos. Seguro que se hace con buena intención, no digo que no, pero no parece un buen trato
  • No respetar la intimidad: en las residencias es habitual entrar en una habitación sin llamar o sin esperar a que nos den permiso para entrar. Tampoco es raro que a una persona se le esté cambiando de ropa con la puerta de la habitación abierta o delante de su compañero de habitación. En el día a día parece algo inofensivo e inevitable, pero… ¿te gustaría perder así tu intimidad? En el ámbito familiar también pasa cuando se entra en casa de los mayores con llaves sin previo aviso, se revisa su correo porque suponemos que no van a entender lo que pone, insistimos en acompañarles a consultas médicas a pesar de que dicen que quieren ir solos…
  • No respetar su autonomía: cuando una persona mayor entiende su situación, ha recibido la información y puede sopesar pros y contras, es capaz de tomar una decisión que entrañe riesgos para su propia salud. Sin embargo, persuadimos vehementemente para que cambie de actitud. Por ejemplo, si renuncia a algunos tratamientos, negativa a usar telealarma, no respeta la dieta prescrita… Cuando el mayor pierde cierta autonomía estas preferencias suelen relegarse en favor de el «es por su bien» que dicta nuestra conciencia
  • Infantilización: Hablar a los mayores como si fueran niños, creernos y asegurar que son como niños, utilizar continuamente coletillas tipo cariño, amor, cielo… en lugar de su nombre, despersonaliza y aumenta la frustración. Una vez más, se hace con buena intención, pero con buenas intenciones no se asegura un buen cuidado.

Hay muchísimos ejemplos más. Con esto solo quiero destacar que el maltrato físico y la vejación son muy graves pero ocurren rara vez, afortunadamente. Pero, además de los malos tratos existen los tratos malos y deberíamos ser igual de combativos con ellos. ¿Cómo? Exigiendo personal formado, fomentando la formación continua, desarrollando modelos de cuidados basados en el respeto hacia la persona y su proyecto vital, así como a su historia de vida. En el entorno familiar debe haber posibilidades de acceder a cursos, charlas o grupos de apoyo para aprender a llevar a cabo un buen cuidado que asegure la dignidad del mayor, además de disponer de recursos de apoyo y descarga para evitar el síndrome del cuidador. Pero lo que hace falta con urgencia es formación, concienciación y motivación.

Para acabar: sobre los descerebrados, inhumanos y demás desalmados capaces de llevar a cabo un maltrato al mayor, que caiga todo el peso de la ley sobre ellos. Y que los demás, no seamos cómplices ni por acción ni por omisión. No permitamos que un compañerismo mal entendido nos lleve a camuflar un maltrato. Tampoco empatizar con el hijo que habla de malas formas o levanta de mala manera a su madre de la silla puede llevarnos a mirar para otro lado. Es difícil dar el paso, pero es lo correcto.

Este blog te recomienda mirarte al espejo de vez en cuando y valorar sinceramente si estás haciendo lo mejor. Y recuerda NO A LOS MALOS TRATOS, NO A LOS TRATOS MALOS

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