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El imperio del imperativo

La atención geriátrica ha evolucionado en los últimos años, hemos pasado de asilos (según la RAE “establecimiento benéfico en que se recogen menesterosos, o se les presta alguna asistencia”)  a centros residenciales del siglo XXI. Hemos pasado de un modelo paternalista con un personal sin formación a un modelo donde el usuario debe ser el protagonista y la evidencia científica está respaldando los cuidados que recibe.

Ahora transitamos hacia el modelo de la Atención Centrada en la Persona (ACP). Como siempre los cambios traen la resistencia y la negación propia de la curva del cambio. Pero incluso en los centros que ya han avanzado en la ACP queda una huella del modelo paternalista: EL LENGUAJE IMPERATIVO

No podemos hablar de ACP, de calidad en cuidados o de excelencia en la atención mientras demos órdenes directas al usuario continuamente.

Evitar las órdenes directas

Esto se ve en todos los ámbitos: residencias, hospitales, centros de salud y también dentro del propio núcleo familiar del mayor. Me refiero a esa manera de hablarle dándole órdenes de manera reiterada: “Siéntate”, “tómate las pastillas”, “lo que tienes que hacer es…”, “vamos a la ducha”, «trae que te lo hago yo»…

Incluso a los profesionales que creen en el modelo de la ACP les cuesta quitarse esa losa del paternalismo. Está tan integrado en la cultura del cuidado que se acepta, pero no por ello deja de ser lesivo. No hay como observar desde fuera para ver cuánto lenguaje imperativo se usa a diario. ¿No me crees? Haz la prueba, cuando acudas a cualquier centro sanitario presta atención y comprueba como se habla a los pacientes en general, pero a los mayores muy particularmente.

En un día cualquiera, en un parque cualquiera, observa como los hijos y/o cuidadores se dirigen a la persona mayor, siempre desde la buena intención pero lanzando mensajes en imperativo continuamente. En serio, haz la prueba.

Cuando se mantiene este lenguaje mucho en el tiempo, como en las residencias, provoca frustración, disminución de la autoestima, refuerza los estados depresivos y en definitiva infantiliza al mayor. El marco que envuelve estas actitudes es: «Los profesionales son los dispensadores de cuidados, por lo tanto son los que saben. Los mayores son los receptores del cuidado, por lo tanto tienen que hacer lo que se les diga para su bien”

Podemos evitar el lenguaje imperativo integrando en nuestro vocabulario diario muletas como ¿Qué te parece si…?; Si no te importa ¿podrías…?; ¿Qué tal te viene ahora que…?; He pensado que quizá te apetezca…. Usar un lenguaje más asertivo y demostrar respeto hacia la individualidad de la persona no cuesta dinero ni se ve influido por los ratios de personal. Tu salario o tu carga de trabajo no validan el lenguaje imperativo como norma.

Aceptemos que no lo hacemos correctamente, formémonos y luchemos contra estas actitudes ya sean propias o de nuestros compañeros. Utilicemos un lenguaje que permita el feed-back y que acepte al mayor como la persona adulta que es.

Como reflexión: sin un lenguaje bidireccional no hay Atención Centrada en la Persona

¿Y tú usas el lenguaje imperativo?